lunes, 15 de abril de 2013

La Estigmatización del Esquizofrénico: Mitos y Realidades

En la entrada anterior sobre la esquizofrenia, finalizaba con una afirmación que contenía ya de por si cierta estigmatización, que es la que más sufren los enfermos mentales en la sociedad Occidental hoy día. En efecto, estas personas a menudo son tachado de locos, lo que les discrimina para obtener una vivienda y un empleo o genera pánico por su supuesta peligrosidad. Estos son considerados como inferiores a ex-convictos y muchas veces la sociedad se niega a albergar centros de tratamiento o alojamiento en zonas residenciales, normalmente urbanizaciones unifamiliares. Aquellos jóvenes con mayor nivel cultural, o las personas que han tenido contactos previos con enfermos mentales, son las más tolerantes con esta enfermedad y sus pacientes.

Exorcismo africano desde el punto de vista del poseído

Pero esta visión propia de las sociedades occidentales, es muy diferente a la que tienen los países en vías de desarrollo. Estos países a menudo tienden a identificar los episodios psicóticos con manifestaciones sobrenaturales como la posesión demoniaca, los espíritus, la brujería o las maldiciones. Los chamanes, brujos o exorcistas de estas sociedades y religiones, son los encargados de "sacar el mal" del cuerpo del paciente, mediante rituales que intentan solucionar su problema, con éxito en casos de episodios psicóticos leves debido a la sugestión, y fracasando en los casos de esquizofrenia, siempre que saquemos de la ecuación el mero fraude. Estas prácticas pueden ser incluso aún más nocivas para el enfermo.

Este vídeo muestra un exorcismo islámico a una persona que lleva más de 5 años supuestamente poseída. Los ritos varían mucho en función de la religión en la que se den.



La esquizofrenia es una enfermedad científicamente demostrada y deben abandonarse los prejuicios de que los pacientes de ella sean peligrosos para la sociedad, que son incapaces de trabajar (de hecho el trabajo les  ayuda a reinsertarse en la sociedad), que son incapaces de tener relaciones, casarse o tener hijos o que la drogadicción por si sola desencadena esta afección. Debemos integrar a estas personas como ciudadanos y considerarlas una más en el seno de la metrópolis, con sus derechos y obligaciones.
Escrito por: Darío García Díaz-Miguel

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